¿Quién mató a Solange Grabenheimer?: dos amigas, un crimen atroz y un misterio que nunca podrá resolverse

Con la única acusada, Lucila Frend, absuelta, el homicidio en el PH de Vicente López quedará definitivamente impune. El plazo para esclarecerlo vence en enero, pero el fiscal dio por terminada la investigación con el juicio.

Lucila Frend, fue la principal sospechosa del crimen de su amiga Solange Grabenheimer.

El expediente por el homicidio de Solange Grabenheimer se abrió por última vez el 26 de febrero de 2013. Ese día, el Tribunal de Casación Penal bonaerense confirmó la absolución de Lucila Frend, la única acusada por el crimen. La familia, convencida de la culpabilidad de la mejor amiga de la víctima, decidió no avanzar sobre otras hipótesis y el fiscal a cargo del caso no empujó la investigación. De esta manera, el caso quedará impune de forma definitiva en pocos meses: en enero se cumplirán 15 años del homicidio y el plazo para resolverlo.

Todo comenzó el 10 de enero de 2007, cuando Solange fue encontrada asesinada en su habitación del PH de Vicente López, el mismo que compartía con Lucila. La joven de 21 años tenía cuatro puntazos y extraños surcos en el cuello. Ninguna cerradura estaba forzada y se descartó el robo, por lo que todas las sospechas cayeron sobre su amiga.

El contrato de alquiler vencía en seis meses. Poco antes de ser asesinada, la víctima le había comentado a sus allegados que no tenía intención de continuarlo. Quería vivir sola pero no romper la relación: se preparaban para viajar a Brasil junto a otras amigas. Sin embargo, en esos problemas típicos de convivencia y los límites que había comenzado a imponer Solange, asomaba un móvil para el fiscal Alejandro Guevara.

Qué resolvió la Justicia por el crimen de Solange Grabenheimer
Convencido, el funcionario judicial llevó a juicio a Lucila. La acusó por un homicidio cometido con saña y alevosía. Sin embargo, el 12 de julio de 2011 los integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°2 de San Isidro, Luis Zapata, Lino Mirabelli y Hernán San Martín, resolvieron la absolución en un fallo unánime.

Con duras críticas al instructor de la causa, los jueces concluyeron que no había pruebas para condenar a Frend y le pidió al integrante del Ministerio Público que continúe la investigación con otras hipótesis. No lo hizo. En cambio, Guevara apeló la sentencia.

La mamá de la víctima. Patricia sostiene una foto de su hija Solange Grabenheimer.

En la instancia superior, el fiscal recibió la misma respuesta. En ese momento, el abogado de la familia de Solange, Roberto Damboriana, adelantó que recurría a la Corte Suprema, siempre en miras de lograr la condena de la mejor amiga, pero ese adelanto quedó en la nada. Perdió contacto con Patricia Lamblot, la mamá de la víctima, que -al igual que el resto de la familia- nunca se despegó de la idea de que Lucila había asesinado a su hija.

“Con el fiscal agotamos todo, no dejamos cabos sueltos”, aseguró Damboriana. “Ya se habían investigado el resto de las hipótesis. El horario de la muerte dejó duda y ante la duda…”, agregó el abogado que enumeró: “Estaba lloviendo, si entró por la ventana, no dejó huellas. Las puertas estaban cerradas y no tenían signos de apertura. ¿Por dónde entró el asesino? Tampoco había signos de robo ni de ataque sexual”.

Por su parte, Guevara explicó: “Técnicamente, en este caso no hay prescripción porque la causa llegó a juicio con una acusada y hubo sentencia. Lucila fue absuelta por la duda y el hecho de que no se pudo determinar el horario de la muerte fue la principal razón”, dijo el integrante del Ministerio Público a la vez que destacó que el fiscal de Cámara Carlos Altuve respaldó su acusación aunque, finalmente, fue rechazada por los jueces .

“La familia sostiene la autoría de Lucila. Para continuar hacia otras líneas de investigación, el particular damnificado debe solicitarlo y no lo hicieron”, insistió el fiscal sobre la determinación de no seguir la causa.

En tanto, hay un perito -cuyo testimonio de seis horas pesó en el resultado del debate- que está convencido de lo contrario. “Cuando mataron a Solange, Lucila no estaba en el PH”, dijo el médico legista y perito de la Policía bonaerense, Julio César Julián. El experto, al igual que los jueces, fue muy duro con Guevara: “La investigación fue un fracaso. No hay crímenes perfectos hay crímenes mal investigados”.

La escena del crimen de Solange Grabengeimer y el principal enigma
El costoso reloj seguía en la muñeca, el celular se cargaba junto a su cabeza y el dinero de la recaudación del local de autopoartes y polarizados de su papá continuaba en el departamento. Aunque no hubo acuerdo respecto al mecanismo o elemento que generaron los extraños surcos en el cuello, todos los peritos coincidieron en que sobre ese tramo del cuerpo de la víctima la persona que la mató dejó la impronta de una emoción dominante: la bronca.

Según la autopsia, Solange murió como consecuencia de un paro cardiorespiratorio traumático debido a ingreso de sangre en vía respiratoria y consecuente shock hipovolémico por las graves heridas recibidas en cuello del tipo punzo cortantes infringidas con un arma blanca.

En el juicio hubo diversas posturas sobre la mecánica de muerte. Hubo tantas interpretaciones como forenses que, incluso, no descartaron la presencia de dos asesinos.

Los jueces determinaron, entonces, que no “se puede ser concluyente respecto de la secuencia de hecho en cuanto a las lesiones se trata y la posición relativa del agresor y por ende ser concluyente sobre su mano hábil”. La acusación intentó demostrar durante todo el debate que el o la homicida era zurda. Guevara no lo logró por esa razón.

Lucila Frend en 2008.

La puerta de entrada estaba cerrada con llave, pero la del balcón -que conecta a una obra vecina- estaba abierta. La posibilidad que abrió ese dato fue una de las principales salidas de Lucila de una condena. Para colmo, los magistrados le apuntaron al fiscal por una pista no estudiada: al día siguiente se encontraron “pisadas unidireccionales en el techo que conecta el balcón de la habitación de la víctima con la obra vecina”.

Pero sobre todos los indicios, a 15 años aún continúa siendo un enigma el horario de muerte: un detalle fundamental que dejaba afuera del cuadro a Lucila o, por el contrario podría haberla condenado.

El origen de la confusión tiene nombre: Eugenio Aranda. El primer médico forense que llegó a la escena, la máxima autoridad para opinar sobre la data de muerte, tuvo varias dificultades para explicar si la rigidez del cuerpo era “irreductible” o “y reductible”.

“Aranda no es coherente”, lo criticaron los responsables del tribunal, que notaron en su testimonio “explicaciones fútiles y engañosas sobre lo que aparecen como contradicciones evidentes”. Parece evidente el parecer de los magistrados sobre este punto: “Tal vez nunca se imaginó cuando fue al lugar del hecho la relevancia que su precisión respecto de la observación del cadáver en este punto podría tener luego en la investigación de este caso”.

Fue Patricia Lamblot, quien brindó la mejor descripción del cuerpo: “Le levanté la pierna, me costó, estaba dura. Se levantó entera, no se flexionó la rodilla. Cuando llegué, estaba boca abajo. La pierna se levantó toda entera, apenas sí se movía, no estaba floja, quedó extendida. Apenas la pude mover un milímetro, quise tocarla. No hice el movimiento de levantarla. Mi hija estaba dura y fría en el piso”.

“Si logró moverla aunque sea “apenas”, al menos un milímetro sin hacer el movimiento de levantarla – o sea fuerza-, la rigidez sólo sería en todo completa pero no necesariamente irreductible”, destacaron los jueces que no contaron con los elementos para arribar a una conclusión.

“Es mi convicción que los elementos de juicio colectados durante esta investigación a cargo del Ministerio Público Fiscal resultan a todas luces inadecuados e insuficientes para sostener la acusación que se ha pretendido”, sentenció el juez Mirabelli, una apreciación que fue acompañada por sus colegas en el estrado.

En medio de tanta incertidumbre, una certeza: la víctima del homicidio no se defendió. No tuvo tiempo. Una uña partida, el único indicio de que habría intentado despegar el lazo que le aprisionaba el cuello, si es que lo hubo. El homicida, además, dejó la impronta de sus dedos, manchados con sangre, en los muslos de Solange. No pudieron cotejarlos: la huella no estaba completa.

Tampoco quedaron dudas de que, ese 10 de enero, Lucila dejó el PH de la calle Güemes cerca de las 7.30 y regresó cerca de las 23, junto a la prima y el novio de Solange. Cuando abrió la puerta, el despertador sonaba. En el entrepiso, encontrarían el cuerpo, a un lado de su cama.

Las hipótesis del homicidio de Solange Grabenhaimer que descartó el fiscal y que los jueces creen que no fueron debidamente investigadas

El día anterior al crimen, Solange tuvo un duro cruce, que llegó a la violencia física, con una mucama que trabajaba en la casa de los padres de su novio. Según los jueces del máximo tribunal, Víctor Violini y Daniel Carral, que revisaron el fallo absolutorio, Guevara no tomó en cuenta la animosidad que mostró la mujer hacia la víctima y no exploró en profundidad esa posibilidad.

El fiscal sostuvo que los obreros que trabajaban en la obra lindante y que tenían acceso al PH por la habitación de la víctima, fueron convenientemente investigados y los dejó fuera de las sospechas. Sin embargo, los jueces destacaron las contradicciones y el comportamiento errático de uno de ellos el día del crimen.

Un compañero de teatro con el que la joven asesinada tuvo una relación y que no concurrió al velatorio porque “se asustó mucho”.

El juego de llaves de la víctima. Nunca se incautó ni fue entregado a sus familiares. Los jueces se preguntaron si el homicida ingresó por el balcón abierto y salió por la puerta con las llaves de Solange.

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